viernes, 15 de julio de 2011

Rossio (Linha Verde)

Silvia Gonçalves, setenta y siete años, de Madeira, viuda y sin profesión. Estatura baja, cabello plateado y ojos de color café. Viste con pantalón de chándal, chaqueta de cuero y botas vaqueras. Esta era la descripción policial que había dado el teniente y que colgaba sobre el tablero de la oficina. Algunos de los oficiales presentes aseguraban que se trataba de a velhinha, una de las traficantes de drogas más buscadas en Lisboa y la dealer más prestigiosa de la ciudad en los últimos tiempos. Uno de ellos se apresuró a informar que acababa de recibir un soplo de un junkie chivato y que decía dónde la podían encontrar esa misma tarde. Un minuto de silencio se hizo en la sala. El teniente limpió la mesa y comenzó a trazar los planes para su detención.

- Mierda, si dios no nos hubiera dado ojos se hubiese ahorrado muchas muertes.

En otra parte de la ciudad, una señora mayor se levanta de su asiento del metro, abordada por cristales empañados, vapor y sudor. Evita todo contacto con los jóvenes estudiantes y logra bajarse en la parada Rossio antes de que las puertas se vuelvan a cerrar. Los estudiantes se dan cuenta de que cojea de su pierna derecha y comienzan a burlarse de ella mientras sube las escaleras. La señora les responde con un corte de mangas. Cuando sube a la superficie, ya en la Praça de Figueira, observa como una rata devora sin piedad una triste paloma tullida.

Los oficiales continuaban revisando los informes sobre el caso. A velhinha había decidido comenzar a trabajar en las calles hace veinte años, justo en el momento en que se dio cuenta de que le habían negado la pensión de viudedad de su marido porque le faltaban 18 días de cotización a la Seguridad Social. Desde sus comienzos, la habían asociado a un papel secundario o tráfico menor, pero ahora las últimas investigaciones aseguraban que era la mayor responsable de la organización y distribución de narcóticos en la zona. Aún así, faltaban pruebas suficientes para poder llevar a cabo una acusación. Además eran pocas las veces que se dejaba ver subvencionando a los camellos, por lo que resultaba aún más difícil su detención. La calificaban como traficante fantasma, una crápula que vive entre las sombras y a la que nadie jamás podría incriminar, ya que, ¿quién iba a sospechar de una pobre anciana?

En la otra parte de la ciudad, la señora se cuela entre las pequeñas callejuelas de la zona y aparece en la Rua Augusta donde se cruza con unos cuantos camellos que le ofrecen hachís y L.S.D. Gira la cabeza, dice tudo tranqüilo y se sienta en un portal. Luego se despereza, da de comer a los pájaros y siente algo confuso en el ambiente que le hace estar alerta. Suspirará, dará media vuelta y doblará por la esquina en la que le estarán esperando una decena de agentes policiales para cargar contra ella.

El hombre de los prismáticos es uno de esos tipos previsibles a los que le gusta tener todo bajo control. Siempre deja preparado todo dos semanas antes de que llegue la fecha prevista. El hombre de los prismáticos, que está ahora en la azotea del edificio cerca de donde se va a producir el asalto, supervisa la operación. Enfoca los binoculares hacia la calle y comprueba que todo está según los planes. Luego lleva las lentes sobre la señora haciendo zoom sobre sus manos. ¿Por qué me resultará tan extraño que lleve comida para pájaros en una bolsa? Un momento, ¿cuál es la pierna sobre la que se está apoyando? ¿La pierna izquierda? ¡Mierda!

- Aviso a todas las unidades: ¡El objetivo es un señuelo! Estamos sobre la mujer

equivocada. Repito, esta mujer no es la mujer que buscamos. ¡Manténgase al margen y no disparen!


Se hace de noche y llega la lluvia. La cabeza de la mujer todavía descansa sobre la acera. El agua le resbala sobre su cara y diluye un charco de sangre que termina filtrándose por entre las rejas de las alcantarillas. El hombre de los prismáticos la observa de lejos e, impasible y resignado, evalúa el resultado de la operación. Mierda, si dios no nos hubiera dado ojos se hubiese ahorrado muchas muertes.

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