miércoles, 14 de julio de 2010

Memorias XI


Me despierto en un pequeño hotel de Bahía Blanca y desayuno una medialuna, tostadas con dulce de leche y un café. Una semana antes habría decidido seguir escribiendo, a partir de donde lo había dejado, con una perspectiva de dos meses y medio desde la vuelta de Vietnam y arrancando las últimas páginas de mi cuaderno. Leo en el periódico que Uruguay perdió ayer frente a Holanda en las semifinales del mundial. Revisando mi diario supe que ya no era el mismo que hace dos meses, corregí algunas notas y me dieron ganas de volver a escribir todo de nuevo. También me di cuenta que probablemente una semana más tarde pensaría de forma distinta y querría volver a cambiarlo. Y el profeta disfrazado de pulpo avisa que esta tarde Alemania caerá y España llegará a la gran final.

Me había obsesionado con la figura del transeúnte, el viajero estático de los mares, y había descuidado el concepto de los Nómadas del pensamiento, aquellos que modifican constantemente su punto de vista y no tienen miedo a cambiar. Salí del aeropuerto de Buenos Aires con dos maletas azules y mi máquina mata-indiferentes, alias La Poderosa. Puede que por eso comprendiera que debía seguir escribiendo con un punto y seguido, sin considerar la vida como un viaje fraccionado, para entenderla como un camino de dirección y sentido único. A través de una ventana empañada y llena de polvo veía las olas del mar como montañas de barro, rompiéndose en las rocas bajo un ambiente gris.

Pero por aquel entonces creía que los viajes eran más interesantes que las drogas, te conducían hacia visiones diferentes y que, además, eran reales. Mientras aquí la gente se abstraía completamente de un mundo que no les corresponde con videojuegos, alcohol y fanatismos, allí la gente se moría de ganas por conocer cualquier otro lugar, descubrir nuevas formas de cultura y reunirse con viejos futuros amigos. Recuerdo lo que me dijo la anciana del colectivo, no concebirlo sólo como un traslado físico de algo material desde A hasta B, sino como un trayecto dónde reflexionar, relajarse y disfrutar de él despreciando el factor tiempo. Incluso la retransmisión de un despegue podía convertirse en espectáculo con una cámara en la cola del avión, música de fondo y luces en la pista de aterrizaje.

2 comentarios:

  1. Intrínseco como un gin tonic en Bouzas con una hoguera de tres metros.

    ¿Qué tal el aterrizaje en la Argentina? Yo sigo de papelajos, en cuanto sepa cuando llego te aviso. La celebración del Mundial está siendo un coñazo, los Manolos son más plomos cada día. Lo del pulpo es un show.

    El desarraigo es el camino de fuego de la vida breve. (Kazbek). nomadismo estético y físico van de la mano... nos vemos en las calles del mundo

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  2. Que grande Kazbek y me aparece en google como un monte.
    Aquí todo gira como un R&S,pero esta mañana estuve de papeleos también y me mancharon las 10 huellas digitales para antecedentes penales. Ahora este fin de semana y toda la que viene me voy a hacer un poco de turismo a Bariloche que desde que llegué no he visto mucho. Me reservo Baires para ti, a ver si estás ya en Septiembre que me dan toda una semana que hay un congreso y nos podemos ver allí. Por lo demás todo ok, de mate en mate y de asado en asado. Y todos que me felicitan como si el mundal lo hubiese ganado yo. Ya supongo que los Manolos estarán todo el día con la bandera. Lo intrinseco del fuego creo que fue con un sprite tonic en la Ría y con Red Hot.
    Bueno, nos vemos en el Monumental o en la Bombonera, tu eliges!

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