lunes, 31 de mayo de 2010

Tras las Huellas de Hồ Chí Minh IV

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El fundador de Vit Nam independiente

Para escribir la segunda parte de la biografía de Hô Chí Minh, el autor tuvo que recurrir a fuentes externas, investigando por su cuenta como un detective durante años y reordenando las piezas de su vida, ya que el presidente vietnamita se negaba a conceder siquiera una entrevista, absorbido por su trabajo y demasiado modesto para pasar el tiempo hablando de sí mismo.

Después de trabajar como pinche de cocina en un barco, Ba se dio cuenta de que los franceses de Francia eran mucho más amables que los de Indochina. Allí aceptó un nuevo trabajo a bordo de otro barco rumbo a África.

“Se mostraba amable con todo el mundo, y jamás discutía con nadie: tenía algo que lo distinguía de los demás. Cada mañana se levantaba temprano para ver salir el sol.

A un año de comenzar la Primera Guerra Mundial, Ba dejó el carguero y se fue a Londres para aprender inglés. Cuando empezó la guerra, regresó a Francia para saber que estaba ocurriendo. Estableció contacto con otros países oprimidos, como Corea e Irlanda, para pedir la autonomía de Vit Nam en la conferencia de Versalles. Como no obtuvo ningún éxito, comenzó a difundir su Libro de Reivindicaciones y a publicar algunos de sus artículos cargados de revolución en un diario francés.

“A Ba le gustaba leer a Shakespeare y a Dickens en inglés, a Lu Tsin en chino, a Víctor Hugo en francés, pero sus preferidos eran Anatole France y León Tolstoi.”

Durante su estancia en París, ya bajo el nombre de Nguyn, llevó una vida miserable y se ganó el odio de los colonialistas franceses por su denuncia pública contra los crímenes que se estaban cometiendo en Vit Nam. Asistía a charlas políticas, organizaba reuniones clandestinas y viajaba todo lo que podía. El turismo era su única pasión. Era una especie de transeúnte.

“Cuando llegan las vacaciones es mejor viajar un poco para aprender muchas cosas que perder el tiempo y dinero a la orilla del mar viendo bañistas.”

Nguyn y sus camaradas de la Liga de las Colonias fundaron un periódico, La Paria, para difundir en Francia las noticias de lo que estaba ocurriendo realmente en las colonias francesas. Poco después entró en el Partido Socialista, apoyando la III Internacional que defendía la emancipación de las colonias. Un día decidió que ya era hora de regresar a su país para combatir hasta alcanzar la libertad.

“A pesar de que no somos de la mima raza, del mismo país ni de la misa religión, nos hemos considerado hermanos (…). Para mí la respuesta está muy clara: regresar al país, ir a las masas, ayudar a su toma de conciencia, organizarlas, unirlas, instruirlas y lanzarlas a la lucha por la conquista de la libertad y de la independencia.”



Nguyn llevaba la revolución en las venas, al igual que el comandante Che Guevara, Fidel Castro o Maradona, del que dijo Emir Kusturica que si no hubiera sido futbolista, hubiese sido un líder revolucionario. Nguyn sentía que había llegado el momento de dar el paso definitivo. De regreso a su país, intentó visitar al ya difunto Lenin, permaneció una temporada en Moscú estudiando a la Unión Soviética y estuvo introduciendo clandestinamente documentos en China hasta que tuvo que marcharse por convertirse en sospechoso para el gobierno de Kuomintang.

“Para liberarnos tenemos que contar con nuestras propias fuerzas.”

Empezaron a surgir diferentes Partidos Nacionalistas de Vit Nam con el mismo objetivo: combatir al colonialismo francés para reconquistar la independencia nacional.

“Los colonialistas no se percataban de que vivían sobre un volcán revolucionario.”

En 1930 el volcán estalló, pero los franceses descubrieron el plan y la insurrección falló. La represión aumentó y Nguyn fue arrestado. Pasó un tiempo en prisión hasta que en Londres el Tribunal Real le declaró finalmente inocente ya que las acusaciones carecían de fundamento. Mientras regresaba camuflado por Hong Kong, el Frente Popular se había consolidado en Vit Nam y tuvieron lugar importantes huelgas y demostraciones armadas en grandes ciudades.

Comenzó la Segunda Guerra Mundial y los vietnamitas abrieron la puerta a los japoneses. El Viêt Minh, del que Nguyn era líder, proclamaba un mensaje de combate contra los franceses y japoneses por igual. La represión francesa se volvió más cruel y, apoyados por los fascistas japoneses, empezaron a matar revolucionarios. Había llegado el momento de pedir ayuda a los aliados, así que Nguyn partió a China para solicitar apoyo. Para que no le identificasen al cruzar la frontera, Nguyn se convirtió entonces en Hô Chí Minh.

Hô fue detenido, le llevaron de una prisión a otra y pasó los peores días de su vida. Tras catorce meses fue puesto en libertad, regresó a su país, condujo el Viêt Minh y atacó por sorpresa a las tropas francesas y japonesas.

En 1945 los franceses se retiraron y en marzo de ese mismo año los japoneses proclamaban independiente a Vit Nam. El poder cayó en manos del pueblo, que esperaban ansiosos a que Hô Chí Minh se instalase en la capital. Elegido como presidente de la República por unanimidad, redactó la Declaración de Independencia y se presentó al pueblo anunciando que el nuevo poder se había establecido.

“Era la recompensa suprema de tantas esperanzas, tantos esfuerzos y tanta fe en un pueblo de veinte millones de personas (…). Él, que tantas veces había cambiado de nombre, era el presidente que todo el pueblo quería ver, no sólo por ser el primer presidente de la primera República vietnamita, sino por ser diferente a los demás.”

“Compatriotas, ¿me oyen bien?”

En la lectura de la Declaración de Independencia.



De Frankfurt, primer día.


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