No era mal tipo el capitán Hatta. No había por qué desconfiar de él. O eso era lo que yo quería pensar en ese momento. Le pregunté qué estaba haciendo allí. Tan sólo estoy de paso, me dijo, estoy dándome a conocer en Europa. Tengo grandes proyectos. Me dio la impresión de que me había estado siguiendo toda la noche, pero no se lo quise hacer notar. Estuvimos bebiendo un poco de Unicum hasta que empecé a sonsacarle información. O fue él el que empezó a interrogarme. Al final acabamos molestos el uno con el otro, y la discusión evolucionó en pelea. Él me propinó un rodillazo en el estómago y yo le contesté con un derechazo en la mandíbula. Mientras él se recuperaba me percaté de que empezaba a jadear de manera descontrolada. Se derrumbó en un instante y dejó de respirar. Alguien le había envenenado. Ahora me di cuenta. Él no estaba allí para vigilarme, sino para avisarme. Lo supe al encontrar una nota en su chaqueta.
Casi lo había tocado, casi lo había rozado. Me pareció un espejismo, durante un instante. Creí que lo había conseguido. Pero ahora, todo vuelve a la normalidad.
Memorias VI
El capitan Hatta... tengo una bandera catalana (que robé en una mani en barcelona) en algún cajón de mi cuarto, guardada para enviarsela... algún día...
ResponderEliminarMuy buen negociante, sí, dibujando los números en la arena con un palo...