martes, 29 de diciembre de 2009

Memorias II

Ocurría que, como casi todas las últimas noches, las calles estaban desiertas, la mayoría de los bares cerrados y los que quedaban abiertos estaban vacíos. Nadie sale a la calle un miércoles por la noche, y mucho menos si estamos a cuatro bajo cero. El último tranvía del día acababa de dejarme en la parada Universités y yo me dirigía hacia el único sitio en el que podía encontrar a alguien o algo interesante. Caminaba y me dejaba llevar por la armonía del silencio hasta que decidí escuchar un poco de música, por ejemplo All Along The Watchtower de Bob Dylan. Las calles se hacen más estrechas y las personas te parecen más reales cuando te dejas invadir por la música.



Cuando entré en ese bar en el que siempre hay alguien que cuenta historias interesantes, ya sean verdad o mentira, solo encontré algo medio interesante y estaba acompañada por su novio. Así que no tuve más remedio que conversar con el camarero para que me señalase cuál sería mi próxima parada, dónde tendría lugar mi próxima actuación.

- Bonsoir, monsieur. Quelque chose à boire ?

- Si vous avez un peu de liqueur Unicum, ça sera super.

- Désolé, monsieur. Pour trouver Unicum il faut aller à Budapest ou quelque ville près de Budapest. Ici c’est un peu impossible, mais vous pouvez essayer près d’ici, dans un bar hongrois. Vous devez prendre la rue suivant et tourner à la gauche. Le bar s’appelle Corvinteto.

- Thanks, sir. Bonne soirée.


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