domingo, 2 de mayo de 2010

Tras las Huellas de Hồ Chí Minh II



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Igual que el gran océano tiene un solo sabor, el sabor de la sal. También mis enseñanzas tiene un sólo sabor, el sabor de la libertad.

Buda.

Últimamente estaría encabalgando las noches con los sueños como si éstos fuesen una extensión más de la vida y me mostrasen ciertos detalles del día en los que no me había fijado. Al igual que en la película Abre los ojos, esta mañana me desperté dudando sobre si realmente había sucedido de veras o había sido una ilusión aunque luego pensé que difícilmente habría llovido dentro de la habitación porque se hubiera inundado todo el cuarto y mi mochila con la cámara y el pasaporte dentro se hubiese quedado empapada. (…) Cada paso que doy me siento más seguro, avanzando hacia la luz firmemente. Cuando en realidad caigo en que todos mis escritos se reducen a caminos metafóricos y busco la vida en un eterno puente, sin ninguna casa en construcción.

Mientras esperaba en la cafetería del hotel Les Artistes a que me recogiese el mini-bus que me llevaría hasta la bahía de Ha-long estuve leyendo un poco de literatura que he bautizado como mysti-punk. Hice bien en dejarme el libro The Buddha of Suburbia de Hanif Kureishi hace seis meses para leerlo ahora que estaba influido por un ambiente más propenso al misticismo. Uno de los focos constantes del libro se centra en el contraste de lo racional frente a lo emocional que se refleja en la evolución del padre del protagonista que comienza como un guía espiritual buscando respuestas a través de su intuición, actuando como una especie de gurú mediatizado y que acaba siendo consumido por un Londres de los años setenta.

Déjate guiar por tus sentimientos. Todo esfuerzo no es más que ignorancia. Existe una sabiduría innata. Haz sólo lo que te plazca.

Pensé en la diferencia que existe entre la gente interesante y la gente agradable y que no pueden ir siempre unidos. La gente interesante con la que uno quería estar tenía una manera de pensar insólita, con ellos las cosas se veían bajo una nueva luz y con ellos no existía el aburrimiento. (…) Lo abordaba todo desde ángulos inusitados y todo lo relacionaba. Luego estaba la gente agradable y cuya opinión a uno nunca le importaba. (…) Y, sin embargo, eran las personas interesantes con aquella faceta dura y atractiva las que acaban llevándoselo todo.

El Buda de los Suburbios. Hanif Kureishi.





Luego, una vez de vuelta a Estrasburgo, todo desembocaría irremediablemente en la biblia metafísica de los beat, The Dharma Bums, donde Jack Kerouac propone un nuevo estilo de vida, concebida como un viaje impredecible, más cercana a la naturaleza, y enajenada de la cómoda seguridad burguesa que tan pocas respuestas otorgaba a los jóvenes de la patria del consumo. Impulsado por su amigo Gary Snyder, descubre el budismo y convierte todos sus pasos que da ascendiendo por montañas en el encuentro con el Dharma, la rueda de la verdad budista que todo hombre puede hacer consciente. Kerouac profetiza una revolución de las mochilas, miles y hasta millones de jóvenes con mochilas y subiendo a las montañas a rezar, todos ellos lunáticos zen que andan escribiendo poemas que surgen de sus cabezas sin motivo y siendo amables y realizando actos extraños que proporcionan visiones de libertad eterna a todo el mundo y a todas las criaturas vivas.

Vagabundos del Dharma negándose a seguir la demanda general de la producción de que consuman y, por tanto, de que trabajes para tener el privilegio de consumir toda esa mierda que en realidad no necesitan y que siempre termina en el cubo de la basura una semana después.

Los Vagabundos del Dharma, Jack Kerouac.

Y me prometí que iniciaría una nueva vida.
Vagabundearé con una mochila,
seguiré el camino puro.



De Hà Ni, segundo día


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